Encuentro:
"Fuerza, Voluntad y Esperanza"
Espacios externos del Ateneo de Caracas
2003
La
Ciudad y sus Discapacidades
Semiramis García
Representante del Círculo Bolivariano de Personas con Discapacidad.
Buenos días tengan
todos los acá presentes. Un cordial saludo y mis mayores respetos por su
solidaridad a los organizadores de este encuentro.
Aunque no soy experta
en la materia, quería aprovechar la oportunidad para hablarles de las personas
que por alguna razón se ven obligadas a transitar por nuestra ciudad,
cuestionando de manera permanente a los responsables de la poca accesibilidad
con que a diario nos encontramos, cuando intentamos abrirnos paso, día a día,
por las calles y edificaciones de nuestra ciudad.
Desde miles de años
atrás no hubo preocupación alguna por la manera de desplazamiento de todo tipo
de ciudadanos. Los caminos se hacían pensando en el desplazamiento de una
fuerza militar para dominar a los pueblos. Luego los esfuerzos de la humanidad
como civilización lograron la invención de las grandes ciudades y vías de
comunicación, el hombre intentó alcanzar alturas impensables; construyendo
monumentos arquitectónicos y grandes edificaciones para albergar a los
ciudadanos, donde desarrollan sus prácticas religiosas, administrativas o de
cualquier otra índole: su vida.
Es así como llegamos a
la Primera y Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias: Una de ellas, es la
masiva presencia de ex combatientes con múltiples discapacidades: ciegos,
sordos, amputados, parapléjicos, tetrapléjicos, cuadrapléjicos y quemados.
Estados unidos y los países europeos, comenzaron a trazar políticas para
brindar atención a sus ciudadanos discapacitados por las guerras. En esos
países hubo preocupación por integrarnos después de las permanentes presiones
de los mas interesados, los convalecientes.
Por la presión de
diferentes gobiernos las Naciones Unidas impulsaron un acuerdo internacional en
el año 1980 para garantizar la atención integral a los ciudadanos con
discapacidad. En el año 1986, Venezuela, con apoyo de la ONU, impulsó en el
Municipio Libertador una ordenanza sobre la accesibilidad y desplazamiento para las personas con discapacidad, en los
espacios urbanos y arquitectónicos. Posteriormente el 23 de mayo de 1989, el Movimiento
Nacional de Trabajadores Impedidos (MOTRIM), presentó ante el Congreso Nacional
una propuesta de la Ley Orgánica de Atención Integral a las Personas con
Limitación Física y Mental, la cual sirvió de basamento para que en el año 1993
se aprobara la Ley Especial de Atención Integral para las Personas
Incapacitadas, la cual crea al Consejo Nacional de Personas Incapacitadas
(CONAPI). Esta institución, en sus primeros 5 años estuvo inscrita al
Ministerio de La Familia y en la actualidad al MSDS donde
lamentablemente ha mantenido un proceso de parálisis en su gestión en
detrimento de los ciudadanos con discapacidad de nuestro país.
Hoy cuando niños y
niñas, jóvenes y adultos con discapacidad, intentan desplazarse por las calles
de nuestra ciudad, al azar consiguen una que otra rampa diseñada y construida
no conforme con las normativas internacionales. Igualmente las personas ciegas
o con baja visión, oyen hablar de las luces de los semáforos pero no reconocen
su sonido porque no lo tienen.
De manera similar
sucede con los sordos en la otra ciudad, la ciudad subterránea: El Metro. Allí
el sordo no escucha las voces que informan sobre las estaciones de llegada, ni
las señales auditivas de cierre de puertas del vagón, así como tampoco de los
retrasos o cualquier otra eventualidad. Ambas ciudades están discapacitadas
para estos compañeros.
Peor aún es la
situación de los compañeros que andan en sillas de rueda. Quienes aún no
cuentan con ningún tipo de rampa en las edificaciones públicas, incluyendo al
Metro y menos aún en el sistema de transporte urbano e interurbano, que no
cuentan con ningún tipo de adaptación para personas discapacitadas. No hablemos
de los museos, son imposibles para los discapacitados que estamos en sillas de
rueda.
Desplazarse
en cualquier ciudad latinoamericana, más aún en cualquier ciudad del mal
llamado tercer mundo, se convierte en permanente procesión para cualquier
persona con discapacidad sea física, intelectual o sensorial.
En nuestras ciudades
discapacitadas muchos funcionarios públicos ven nuestras caras y nosotros
observamos el vacío y la falta de corazón. En verdad, el mayor obstáculo para
nosotros en los actuales momentos es la desidia, el engaño y la trampa de sus
acciones, cuya mayor responsabilidad es la de no supervisar y evaluar la
ejecución de políticas públicas que garanticen la accesibilidad, desplazamiento
e integración de manera digna a cualquier espacio público.
Esta
ciudad tiene sus discapacidades así como cualquier otra de nuestro país, son
totalmente inhóspitas para nosotros y para nuestros adultos mayores con
discapacidad. Nos resulta una verdadera hazaña transitar por ellas y llegar
hasta Uds. y decirle gracias por su presencia y gracias por escucharnos.
Gerardo Zavarce
Investigador del arte y la cultura
Quisiera agradecer al
creador Juan José Olavarría, al Curador Félix Suazo, al Ateneo de Caracas y al
Salón Jóvenes con la FIA la oportunidad que me dieron para compartir con Uds.
algunas inquietudes.
Hemos sido convocados
a una experiencia particular, sui generis, extraña. Primeramente nos
convocan a través de un instrumento que
podríamos considerar de manera tentativa como “obra de arte”. Y voy a pensarlo
de esta manera porque la “Invitación” se encuentra exhibida en los espacios de
una sala de exposiciones. Además, en el marco del “VI Salón CANTV Jóvenes con
FIA 2003. Responde a la autoría de un artista, en este caso Juan José
Olavarría. Ha sido seleccionada por un curador, Félix Suazo. Forma parte de un
catálogo, presenta su ficha técnica y ha sido sometido al juicio crítico de un
jurado: Juan Carlos López, Tahía Rivero y Ariel Jiménez. En resumen, aunque nos
parezca extraño, este objeto, “coroto” –llamado por algunos- que se encuentra
colgado en la pared de “Los Espacios Cálidos del Ateneo de Caracas”, ha servido
como excusa para reunirnos en esta mañana. Indudablemente, este objeto es
expresión, experiencia, manifestación de las llamadas “artes visuales”.
En segundo término
resulta bastante extraña y paradójica esta “Invitación” ya que nos convoca a un diálogo: nos convoca
a un diálogo público y abierto con los discapacitados, con los buhoneros, con
los transeúntes. Esta “obra de arte” nos plantea reunirnos esta mañana para
realizar un debate público. Bueno, participaremos todos los que estamos acá.
Participaremos todos los que estamos en este nuevo espacio de la “sala de
exposiciones”: la calle.
Ciertamente esto
resulta paradójico y yo me hago la pregunta: ¿Pero, qué es lo paradójico? ¿Qué
la invitación sea considerada “obra de arte”? Entonces, si ella es una “obra de
arte”, resulta que nosotros somos una prolongación de esta “obra de arte” y
estamos en este momento todos reunidos formando parte de una “experiencia de
creación artística”. Por otro lado resulta paradójico que, si somos en este
evento, en esta manifestación, en esta experiencia: “obra de arte”, entonces
somos todos artistas. Es decir, creadores discapacitados, artistas buhoneros,
artistas transeúntes, artistas interlocutores, somos artistas todos los que
estamos acá, en este nuevo espacio de exposición.
Y si todos somos
artistas, entonces ¿Quién habría cobrado el premio –de haber ganado el premio
del salón la obra: Invitación? Esto sugiere otra pregunta: ¿Qué habrá evaluado
el jurado? ¿El objeto que está colgado en la pared de la galería? Si evaluó el
“objeto” entonces se perdió esta parte de la obra, parte esencial, entre otras
cosas. No la consideró, quedo excluida la experiencia del diálogo... El jurado
ni siquiera vino a escucharnos. Pero creo, sin embargo, que lo fundamental de
esta experiencia no lo constituye el premio del “Salón CANTV”.
Ahora bien, quizás
nunca hubo ningún artista y Juancho es un gran impostor. Entonces debió cobrar
el premio el llamado “Colectivo RR”. Quizás nunca hubo una obra de arte.
Probablemente, todo ha sido una confusión del curador y del jurado, que debido
al carácter particular de las llamadas artes contemporáneas asumieron que una
invitación a un debate público es una obra de arte. Seguramente encontrarán la
manera de justificar la presencia de esta invitación en el contexto de un salón
de arte, hablando del Urinario de Duchamp, hablando del trabajo de Joseph Beuys
y/o comparándolo con otras prácticas del campo del arte. Estas, precisamente,
son las estrategias que se utilizan para clasificar, enmarcar y controlar,
experiencias de creación que problematizan - no el estatuto del arte- sino las relaciones
de poder asimétricas, jerarquizantes y excluyentes que se expresan en algunos
escenarios de la acción cultura institucional. Pero esto es harina de otro
costal. Ya esto resulta una comedia de las equivocaciones y creo que me estoy
desviando del propósito inicial. Vamos a
retomar el objetivo que nos reúne.
En este sentido, vale
la pena esgrimir algunos argumentos que sirvan de punto de partida para
compartir interpretaciones sobre la
experiencia que conformamos, nosotros, en esta mañana. Vale la pena
sumarnos a la experiencia del diálogo. Un poco en el sentido de la convocatoria
de Juan José y de sus palabras iniciales. Un diálogo que, de alguna manera, nos
ayude a concebir los puntos de quiebre de las identidades que nos conforman
como sociedad. Ahora bien, muchos de Uds. Podrán argumentar: “ ¿Cuál diálogo?
Si nosotros los venezolanos desde hace mucho tiempo no dialogamos como
sociedad...”
Bueno, yo me refiero
por lo pronto a este diálogo en particular, al diálogo entre los discapacitados
y Uds. entre los buhoneros y nosotros... yo me refiero al diálogo que nos
tiene a cada uno de nosotros como
protagonistas e interlocutores. Para mí resulta un triunfo descomunal poder
estar aquí, en esta mañana, dispuestos a dialogar, dispuestos a escucharnos, dispuestos
a vernos las caras. Yo me atrevo a sugerir -y esto lo hago con un poco de
alarma- que nosotros como sociedad no
hemos sido lo suficientemente capaces de entender que nuestra(s) identidad(es) comienza(n) en la medida que aceptemos que somos siempre el otro, en su
diferencia, que nos complementa. Y estaremos condenados a sufrir procesos
terriblemente crueles, si de alguna manera no nos atrevemos a enfrentarnos con
nuestra propia realidad, enfrentarnos a nosotros mismos, asumir nuestras discapacidades.
Debemos enfrentarnos a lo que somos, viéndonos las caras, viendo nuestros
rostros, debemos comprendernos en nuestras particularidades. Debemos hacer todo
lo posible por escapar del silencio y reconocer en los otros la posibilidad del
diálogo. Lo contrario siempre será el silencio, el olvido y el aniquilamiento y
por supuesto: no basta con hablar de las diferencias debemos acompañar nuestras
palabras con la reflexión sobre la desigualdad. El diálogo debe ser real y no
debe estar domesticado.
Me llama la atención
que estemos convocados a dialogar con los discapacitados y paradójicamente el contexto que nos convoca
está inscrito dentro de formas de relación que excluye a los discapacitados.
Las vías de acceso a “Los Espacios Cálidos”, crea , a través de su diseño
arquitectónico, una relación que ¡no! permite el acceso a personas
discapacitadas y creo que este hecho es bastante significativo, este hecho podríamos tomarlo como referente
del grado de exclusión e insensibilidad frente al otro en el contexto de
nuestro quehacer cultural. Vale la pena, a partir de este hecho significativo
comenzar a reflexionar sobre las formas de la exclusión.
En este sentido, vale
la pena entender la noción de ciudadanía- más allá del plano formal- como el
derecho a tener acceso a los derechos. Es decir: ciudadano es todo aquel que
lucha por tener derechos. Concebir la noción de ciudadanía de esta manera nos
coloca en el campo de las movilizaciones sociales. ¿Quiénes luchan por tener
acceso a esos derechos? Básicamente, las personas que por razones históricas
han estado excluidas de la carta de identidad ciudadana: salud, vivienda,
educación, seguridad social, etc.
(...) entonces
nosotros podemos entender porque cuando hablamos de construcción de ciudadanías
en Venezuela, estamos hablando de “ciudadanías incompletas”, ciudadanías que
buscan construirse, expresarse, ser consideradas como sujetos. En Venezuela
hablamos de una sociedad que se encuentra en un contexto crítico de pobreza,
con índices de desempleo alarmantes. Según algunos datos, en nuestro país, hay
más de un 50% de la población económicamente activa atendiendo actividades
económicas consideradas informales. Esto sin mencionar el alarmante cuadro de
la indigencia, de nuestras sombras, los que son considerados por algunos
especialistas como los “No asimilables”.
Esta es nuestra Venezuela del día a día. Esta es nuestra realidad.
Entonces, ¿Desde qué
perspectiva proponer la acción cultural en el marco de este contexto?
Indudablemente, más
allá del objeto/obra de arte -el cual invitamos a ver aquí en el salón Jóvenes
con FIA- considero importante preguntarnos sobre la posibilidad que: las
prácticas de creación -en nuestro contexto- puedan ir más allá de la
representación/exhibición. Y puedan de alguna manera estar en sintonía con esa
diversidad cultural que conforma de alguna manera nuestra realidad y que
sabemos luchan por hacer tangibles sus derechos, a ser, humanos. Una realidad
trágica, caótica. Una realidad que se debate entre las mises y la miseria.
Entre los grandes centros comerciales y el hambre, entre la diferencia y la
desigualdad. Entre marchas y contramarchas. Vale la pena vernos a nosotros
mismos y preguntarnos cómo podemos resolver las causas de nuestra
convivencia política y ciudadana
polarizada y enfrentada. Vale la pena
considerar las experiencias de creación como posibilidad de escucharnos, de
entendernos y de poder re-conocernos. Reconocernos en nuestra diversidad
crítica. Y reconocer el espacio de movilidad que tienen las múltiples
ciudadanías en construcción que luchan por tener acceso a una carta de
identidad social. Sin este reconocimiento ninguna sociedad será posible, las
sociedades necesitan de sus socios.
En esta oportunidad
nos acompañan los discapacitados; en ocasiones futuras valdría la pena estar
acompañados por buhoneros, indigentes, invasores, motorizados y todas aquellas
personas que de alguna manera se han sentido excluidos de un sistema de
beneficios aportados por un de un modelo económico y político que ha sido
insuficiente e incapaz de proporcionar desarrollo económico e igualdad social. Esta es una realidad y
parte de lo que somos actualmente como nación es producto de la contradicción
que este hecho representa.
Quisiera terminar
invitándolos a todos participar de este diálogo -pueden tomar el micrófono-
resulta importante invitar a reflexionar sobre qué entendemos por ciudadanía.
Por lo pronto, propongo considerar como ciudadano a todo aquel que tiene
derecho a tener derechos y por lo tanto lucha por alcanzarlo. Nuestro contexto
lo exige. Esta es nuestra opción ética. El reconocimiento de todos por todos es
imperativo. Bajo esta premisa e intentando leernos e interpretarnos bajo las
miradas que proponen nuestra realidades diversas y complejas, me atrevo a
sugerir que resulta importante generar un conjunto de prácticas culturales que
se piensen en función de las fuerzas que componen a nuestros movimientos
sociales. Movimientos que en esencia se activan a partir del lema que hoy nos convoca: Fuerza, Voluntad y Esperanza y
yo le agregaría: Nuestro derecho a tener derechos. Gracias.
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Calcomanía / transfer |
De la discapacidad física
a la disfunción
institucional
Nota sobre el
Encuentro:
“Fuerza, Voluntad y Esperanza”
Por Félix Suazo
Vivimos en una era huérfana de certidumbres.
Nada es seguro; nada es “verdaderamente” real. Estamos apegados a un sistema de convenciones
–semióticas, institucionales, sociales, políticas, ...- que garantizan una
legibilidad imperfecta de los eventos del mundo, haciendo que las
interpretaciones usurpen los hechos. La palabra no es la cosa y el concepto no
es lo que refiere. A cada paso, en cada momento, surgen “dudas razonables” que
hacen tambalear hasta las mismísimas leyes del universo.
El arte tampoco es lo que parece; es decir, no
es la forma que seduce la mirada, ni el volumen que rodeamos, ni el trazo que
rasguña la superficie para indicar una profundidad y un contorno que son
falsos. Para atemperar esta limitación, se ha dicho que el arte se circunscribe
a la intencionalidad del artista, que va
más allá de la cosa física o que es un asunto de ideas. Sin embargo, la ingeniosidad de estos
argumentos no es totalmente confiable, sobre todo cuando se confrontan algunas
experiencias de creación que desafían la precaria estabilidad de la institución
artística.
Ambigüedad e incertidumbre son términos
apropiados para describir el efecto generado por la propuesta presentada por
Juan José Olavarría en el VI Salón CANTV
Jóvenes con Fía (Ateneo de Caracas, 6 de julio-10 de agosto de 2003).
“Invitación”, título del trabajo expuesto, consistía en una pequeña placa de
madera con pátina de bronce, biselada en
los bordes y adornada con unas flores incisas,
en la cual se encontraba el siguiente texto:
Está Ud. INVITADO (a)
Al encuentro:
“FUERZA, VOLUNTAD Y ESPERANZA”
Ven y dialoga con nosotros
Los buhoneros y discapacitados
Domingo 13 de julio de 2003
Hora: 11:00 am
La apariencia un tanto ridícula y “sin sentido”
del artefacto colgado en la pared de la galería contrastaba drásticamente con
las fotografías, objetos y
video-instalaciones que se
exhibían en la muestra. Los atributos formales de la pieza impedían definir con
claridad si se trataba de un dibujo, un relieve o una pintura: ¿Qué tipo de
obra era esta?, ¿Por qué exponer un letrero en una placa?, ¿Qué tienen que ver
los buhoneros y discapacitados con la exposición?, ¿Para qué un diálogo?. Todos
estos interrogantes se mantuvieron en suspenso hasta el día en que, tal como
indicaba la placa, el artista y un grupo de personas en sillas de rueda se
presentaron en los corredores externos del Ateneo de Caracas para participar en
un foro. Aún así, la pregunta inicial persistió con una ligera variante: ¿Qué
es esto: un performance?.
Al no poder definir si el planteamiento de
Olavarría es un dibujo, una pintura, un relieve o un performance; lo que realmente inquietaba a los espectadores y
especialistas era el hecho de no poder establecer si se trataba de una obra de
arte o no. Para el artista, como para el investigador Gerardo Zavarce (1),
la problematicidad de esta impostura comporta un desafío aún mayor que el de su
validez artística, en la medida en que la experiencia puso de manifiesto la
falsa disyunción que hay entre el “mundo”
del arte y el campo social. La placa no era más que un ardid concebido y
articulado según los parámetros formales y apreciativos del sistema del arte,
pero estructurada como un vehículo de relación
orientado hacia el debate social. Y ya se sabe que los agentes del campo
cultural están divididos en torno a este aspecto: mientras algunos se
atrincheran en la irreductibilidad de lo estético otros creen deseable una
apertura no mediatizada del arte hacia el mundo de la vida.
Lo cierto es que la “Invitación” de Olavarría
ha propiciado una serie de consideraciones que trascienden la ilusoriedad de un
adentro y un afuera del arte. El encuentro con los discapacitados físicos
remitió a otro tipo de disfunciones que abarcan desde el espacio urbano hasta
los recintos del arte. Si para el ciudadano común desplazarse por una ciudad
como Caracas constituye una suerte de “carrera de obstáculos” –semáforos
dañados, huecos en las calles, basura en
las aceras, tarantines en las áreas de circulación- ¿cómo será para las
personas que padecen discapacidad motora o visual?. Estas anomalías no sólo
manifiestan el descuido y la actitud negligente de las autoridades, sino que
constituyen un mecanismo de exclusión que cercena el usufructo de los derechos
ciudadanos.
Algo no muy diferente, aunque con matices
singulares, ocurre en el campo institucional del arte. Para poner un ejemplo
que habla elocuentemente de esta situación, basta señalar el propio caso de las
personas discapacitadas que decidieron ver el VI Salón CANTV Jóvenes con Fía, antes de participar en el encuentro
“Fuerza, Voluntad y Esperanza”. El acceso a la Galería del Ateneo de Caracas
fue tortuoso, pues la institución carece de rampas y el ascensor sólo llega
hasta la planta superior, lo cual supuso una verdadera “odisea” para entrar y
salir del recinto en sillas de ruedas. En este caso, nos encontramos ante una
doble discapacidad: la de las personas y la del espacio expositivo.
Lamentablemente la literalidad de este ejemplo, se extiende a
otras instituciones artísticas que no cumplen parcial o totalmente con las
normativas internacionales para que todos las personas, sin exclusión, puedan acceder
y disfrutar de sus servicios. Si a
primera vista la “Invitación” de Olavarría fue percibida como una provocación
ambigua que se sustentaba en un propósito poco menos que confuso, ahora se nos
revela como una propuesta de una alta densidad reflexiva que implica
orgánicamente lo social y lo artístico. Más que de una paradoja insoluble, se
trata de una poderosa evocación de la disfuncionalidad del aparato
institucional del arte y sobre todo de los mecanismos de validación y
legitimación del campo.
Hablar de las discapacidades que padece el
campo del arte no es una metáfora, ni una licencia autoral para sugestionar al
auditorio. Las discapacidades que se advierten en el campo del arte existen y
se reproducen como parte de un metabolismo que no sólo excluye la otredad, sino
que se autoexcluye conscientemente del mundo en aras de una supuesta
exclusividad. En el caso que nos ocupa, la escalera que debieron sortear los
discapacitados en sus sillas de ruedas, funciona como una barrera de contención
tácita que se interpone entre el mundo del arte y el espacio social, representando una ruptura en la circulación
del sentido y el significado cultural.
Estas discapacidades suelen enmascararse
axiológica y hermenéuticamente con la labor mediadora de curadores y críticos
de arte. A partir de allí se genera ese clima de homegeneidad, esa aura de
coherencia que permite agrupar las obras según su técnica, tendencia o
temática, con relativa independencia de las circunstancias en que ellas se
producen y de los destinatarios que las aprecian. Frente a esto, la propuesta
de Olavarría encara frontalmente la compleja convivencia de lo social y lo
artístico, intentando restablecer su continuidad a través de un “paralelo de
disfuncionalidades”. Al emplazar la situación de los discapacitados físicos desde
el campo del arte se accede a un debate que implica también las
disfuncionalidades, tanto materiales como simbólicas, del sistema cultural.
Llegado a este punto, aún queda un aspecto por
aclarar: si el propósito de la “Invitación” de Olavarría era generar un
encuentro con los discapacitados físicos ¿por qué no hacerlo dentro del propio
recinto expositivo en vez de presentarse en los corredores externos del Ateneo
de Caracas?. Esta decisión obedece a criterios de ética y también de método,
pues ya se sabe que todo objeto o evento que se presente dentro del marco de la
institución arte tiende a estetizarse,
perdiendo sus aristas más controversiales y dolorosas para transformarse en un
espectáculo exótico. De hecho, esta es la postura dominante en algunas
prácticas creativas y museográficas que intentan aprehender la alteridad
“teatralmente”; es decir, mediante la
reconstrucción de ambientes y situaciones que recrean modos de vida extrapolados de su contexto original. El caso
que nos ocupa, en cambio, se aparta de este modelo, evitando convertir en
espectáculo aquello que forma parte del drama de la vida. La intención de
Olavarría no es “domesticar la diferencia” (2) según la receta de lo políticamente correcto,
ni redimir al otro por medio del arte. Los discapacitados convocados por
Olavarría no son artistas ni pretenden serlo; tampoco son los “ejecutantes” de
una obra performática. Esos
discapacitados son interlocutores y, en
esa medida, coproductores del sentido cultural. No estaban allí para recibir la
compasión de los aficionados al arte, sino para reflexionar sobre sus
dificultades y reclamar soluciones.
Analizada en sus distintos perfiles e
implicaciones, la “Invitación” de
Olavarría constituye un “dispositivo de relaciones”, estructurado en/desde las posibilidades
configuradoras de una “poética de enlace” que combina distintos saberes y
prácticas: de un lado el arte, del otro el activismo social. Ello requiere una
postura vigilante y crítica frente a los modelos de representación
institucionales que tienden a dar una visión genérica y más o menos compasiva
de las dificultades y padecimientos de afectan a la población discapacitada. En
este sentido, el asunto no es trabajar con la formas sino problematizar y
movilizar los significados.
Caracas,
septiembre de 2003
(1) “... quizás nunca hubo
ningún artista y Juancho es un gran impostor. Entonces debió cobrar el premio
el llamado “Colectivo RR”. Quizás nunca hubo una obra de arte. Probablemente,
todo ha sido una confusión del curador y del jurado, que debido al carácter
particular de las llamadas artes contemporáneas asumieron que una invitación a
un debate público es una obra de arte. Seguramente encontrarán la manera de
justificar la presencia de esta invitación en el contexto de un salón de arte,
hablando del Urinario de Duchamp, hablando del trabajo de Joseph Beuys y/o
comparándolo con otras prácticas del campo del arte. Estas, precisamente, son
las estrategias que se utilizan para clasificar, enmarcar y controlar,
experiencias de creación que problematizan - no el estatuto del arte- sino las
relaciones de poder asimétricas, jerarquizantes y excluyentes que se expresan
en algunos escenarios de la acción cultura institucional”. Zavarce, Gerardo.
Texto de su intervención en el encuentro “Fuerza, Voluntad y Esperanza”. Ateneo
de Caracas, 13 de julio de 2003
(2) Esta idea ha sido
trabajada por el investigador Gerardo Zavarce quien ha empleado en sus
comentarios la expresión “alteridad domesticada” para referirse al trabajo de
algunos creadores que han adquirido visibilidad y legitimidad en el campo del
arte por medio de la autoridad de un artista.
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Colectivo "Fuerza, Voluntad y Esperanza" en la Carrera de la Esperanza en homenaje a Terry Fox. Caracas, 2003
Protesta DIS CAPACITADA
Colectivo "Fuerza, Voluntad y Esperanza"
protesta en los alrededores de la Asamblea Nacional
por el derecho a tener acceso a los derechos
2005
![]() |
Puerte Oeste. Asamblea Nacional, Caracas |
![]() |
Avenida Baralt. Caracas |
Dia de la
Parque del Este, Caracas.
2006
El colectivo "Fuerza, Voluntad y Esperanza" realiza ejercicios con el prototipo diseñado para que una persona con discapacidad motora pueda aprender a subir y bajar escaleras sin ayuda
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